miércoles, 3 de julio de 2013

Historias que son sellos


La sociedad occidental históricamente ha tenido por valores el respeto y la admiración por las personas mayores, cuyo hilo de vida les ha proporcionado experiencias que les marcan de por vida. Valores por los que siento un gran respeto. En el actual siglo XXI, tenemos que tener en cuenta también que debido a la globalización, el mundo se ha hecho más pequeño, y que un joven de 25 años puede haber viajado y vivido experiencias por doquier. Hace menos de un siglo mis abuelos viajaban de viaje de novios a Sevilla. ¡Ahora es extraño que unos novios viajen de luna de miel dentro de España!

Hoy quiero contar dos historias que han marcado mi vida estos años, y que algún día contaré a mis hijos para que no caigan en el mismo error que yo.

La estafa del Aquapark.

Año 2006. Ahí estábamos, un grupo de jóvenes inocentes dispuestos a pasar un día entre amigos de diversión en el Acuapark, o dicho en gaditano, el Acuasherry. Haciendo cola para comprar las entradas, se nos presentan dos chicos, uno de ellos con una tabla de corcho [en un principio me pareció algo extraño]. Nos ofrecían entradas, que pude leer ante sus ojos que eran invitaciones que tienen los socorristas, pero era el último día de parque, y nos comentaron que no las iban a usar.
Compramos las dos entradas entre todos para que todos los amigos pagáramos lo mismo, aunque en un par de minutos pudimos comprobar la trampa en letra pequeña: Las entradas eran del año anterior... Menos mal que el personal del parque tuvo comprensión y nos dejó acceder con las susodichas entradas.
Desde ese día, mi escepticismo por los ofrecimientos callejeros es altísima, y de momento, gracias a Dios no me la han colado más.

El taxista gracioso

Corría el año 2009, primer año de carrera para el servidor. Dicho año, (sobre todo el primer cuatrimestre) era frecuente que los amigos de la residencia cogiésemos taxis para desplazarnos por la noche a los lugares de fiesta. Lo que me parecía extraño era que a menudo en trayectos parecidos, hubiera una diferencia de precios de más de 3€, así que me aprendí todas las tarifas. Pagabas suplemento si: Salías desde Santa Justa, Puerto del Batán, o si llevabas maleta.
Una tarde, me dispuse a asistir a una conferencia de magia del gran Lennart Green (uno de los mejores mago del mundo, por cierto), y acababa de salir de prácticas de química, por lo que tomé un taxi hacia los Remedios, lugar donde estaba situado la AMS (Asociación Mágica Sevillana). La conversación fue distendida y alegre, aunque a la hora de pagar, pude comprobar que el taxista me incluyó dos maletas de suplemento, cuando mis únicos enseres eran mi cuaderno de anotaciones y mi baraja. Le dije: "me ha cobrado usted dos maletas de más, ¿me está usted tomando por tonto?" Su respuesta fue: "Aquí cada uno tira por donde puede" Y yo le respondí: "Efectivamente, eso mismo voy a hacer yo" Recapacité un poco, y con cierta compasión y pena le di el dinero que le correspondía (sin contar las maletas, por supuesto). Creo que esa tarde tanto él como yo aprendimos una lección importante.
Desde ese mismo día, siempre que entro en un taxi le cuento la historia al taxista con el ímpetu y el ánimo de infundir un cambio de mentalidad en el gremio, y de que no me la vuelvan a colar como en ese inolvidable año 2009.

Continuará ... =)

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¡Anímate y comenta!