martes, 14 de abril de 2015

Aburrimiento, felicidad y excitación.


Hoy vengo a exponer mi conclusión, de una serie de reflexiones sobre la felicidad que empecé a plantearme desde hace alrededor de un año que pienso que os pueden ser interesantes:

Para entrar un poco en contexto, hace un año, debido a varias causas, me encontraba en un estado personal de malestar y ansiedad, podemos llamarlo infelicidad. Empecé a analizar las causas de esta infelicidad, y lo más importante, me detuve a pensar sobre qué elementos debería contener mi vida para alcanzar ese estado de felicidad. ¿Qué importa saber dónde/cómo estás si no sabes a dónde quieres ir?

En una pizarra me puse a escribir los valores que  habría de tener mi vida y su relación entre ellos. La siguiente foto es el resultado de más de dos horas de reflexión. Había valores que en principio me resultaban incoherentes/incompatibles entre ellos, por lo que los quité o modifiqué hasta llegar a esta pizarra final, que representa qué ha de contener mi vida para ser feliz: Serenidad, simplicidad, crecimiento,sencillez, creatividad... suena bonito ¿eh?

La susodicha pizarra

Pues... en aquel instante me entraron unas extrañas ganas de llorar, que no comprendí hasta 10 meses después, cuando leí un capítulo de un ensayo de Bertrand Russell que me mandaron leer en 1º de Bachillerato: "La conquista de la Felicidad". Dicho capítulo hablaba sobre el aburrimiento.

Ahora comprendo por qué me entraron ganas de llorar: sabía que llevar una vida así como instintivamente sabía que quería tener, sin muchas experiencias constantes, me aburriría. Esta reflexión (de hace apenas un mes y poco) me llevó al cambio en el que estoy inmerso ahora que comento en las conclusiones.

Analicemos las ideas más importantes del texto de Bertrand en un extracto extra-resumido del capítulo:
El aburrimiento parece ser una emoción característicamente humana. Es cierto que los animales en cautividad se vuelven indiferentes, pasean de un lado a otro y bostezan, pero en su estado natural no creo que experimenten nada parecido al aburrimiento. 
Uno de los aspectos fundamentales del aburrimiento consiste en el contraste entre las circunstancias actuales y algunas otras circunstancias más agradables que se abren camino de manera irresistible en la imaginación.
Estos dos párrafos me hicieron pensar sobre la necesidad de vivir el momento y disfrutar del presente. Disfrutar de cada instante de la vida, aunque sea de forma pasiva (contemplativa) y no activa. Mantenerse presente evita la comparación, pues al poner nuestra mente a pensar que otro momento podría ser mejor que el actual nos saca del presente.
El aburrimiento es básicamente un deseo frustrado de que ocurra algo, no necesariamente agradable, sino tan solo algo que permita a la víctima del ennui distinguir un día de otro. En una palabra: lo contrario del aburrimiento no es el placer, sino la excitación. 
Ahora nos aburrimos menos que nuestros antepasados, pero tenemos más miedo de aburrirnos. Ahora sabemos, o más bien creemos, que el aburrimiento no forma parte del destino natural del hombre, sino que se puede evitar si ponemos suficiente empeño en buscar excitación.
¿Cuántas horas nos pasamos delante del Facebook, leyendo periódicos, viendo la televisión, con tal de estar haciendo algo? ¿Qué porcentaje de nuestro tiempo diario dedicamos a yacer, a estar en contacto con la naturaleza, a simplemente Ser? ¿Cuando estás en el bus o esperando una cita, qué haces? ¿Te limitas a estar o acudes al móvil? ¿Estás contínuamente mirando la hora cuando realizas una actividad? ¡Es el miedo a aburrite!
Una vida demasiado llena de excitación es una vida agotadora, en la que se necesitan continuamente estímulos cada vez más fuertes para obtener la excitación que se ha llegado a considerar como parte esencial del placer. La excitación es como una droga, que cada vez se necesita en mayor cantidad, y la pasividad física que acompaña a la excitación es contraria al instinto. Dichos placeres, en el instante en que cesan, dejan al hombre apagado e insatisfecho, hambriento de algo que no sabe qué es. 
Esta consciencia de la vida basada en la excitación nos invita a pegar un giro y aprender a disfrutar de los placeres más simples. No solo una puesta de sol. Disfrutar de la lluvia, de cómo crecen nuestras plantas, de una buena conversación con los amigos, del canto de los pájaros, del olor de las hojas de los árboles, del sabor de la comida... La verdad que se dice pronto...pero cuesta, al menos a mí me está costando. ¿Cómo convencer a la mente de que ver a los patos en el parque es al menos igual de interesante que hacer kitesurf? Mi mente(ego) me manda mensajes de insatisfacción.

Estudiar ingeniería durante años también ayuda: Aprendemos a verlo todo desde el punto de vista funcional. Aprendemos a no apreciar la belleza. (¡Principal diferencia con los arquitectos!)
Así pues, para llevar una vida feliz es imprescindible cierta capacidad de aguantar el aburrimiento, y esta es una de las cosas que se deberían enseñar a los jóvenes.         En general, los placeres de la infancia deberían ser los que el niño extrajera de su entorno aplicando un poco de esfuerzo e inventiva.
Una vida feliz tiene que ser, en gran medida, una vida tranquila, pues solo en un ambiente tranquilo puede vivir la auténtica alegría.
Ciertamente la tendencia actual con los niños es la que se explica, y más con la tecnología, aunque los adultos somos muuucho peores. La excitación se traduce en vício: drogas blandas y duras, ludopatía, vandalismo, violencia, etc. Se utilizan para llenar un vacío, para calmar una ansiedad, entre los que el aburrimiento encaja a la perfección.

Conclusiones:

Ahora más que nunca, que estamos continuamente estresados, de allá para acá, comidos por la tecnología, activados continuamente por ese espíritu de competitividad, pienso que es momento de parar y meditar, de desacelerar. De volver a estar en contacto con la naturaleza y aprender de ella, de vivir con ella, quizás así la sociedad empiece a valorar los pequeños placeres, con la positiva consecuencia de que se evitarían muchos conflictos y guerras. ¿a qué esperas?

Los niños pequeños son un ejemplo puro para nosotros. Saben disfrutar de la vida, saben saborearla, saben disfrutar de cualquier cosa. Son un auténtico ejemplo para nosotros de cómo vivir. A veces pienso que deberíamos hacerlo al revés: Ellos en el escenario, en el campo, y nosotros, tomando apuntes.

Por mi parte, estoy empezando a dedicar varias horas de mi vida diaria a meditar y a respirar profundamente, y tengo la vista puesta en disfrutar más de la naturaleza más a menudo.
También he empezado a aprender a estar más presente. A cortar todo diálogo interno de preocupaciones y pensamientos futuros/pasados con la mente. ¡Desde que lo empecé a llevar a la práctica vivo con una sensación de paz constante increíble!

¿A qué esperamos pues? ¡A vivirrrrrrrr!

Me despido como Bertran Russell despidió el capítulo:
Podemos pensar lo que queramos, pero somos criaturas de la tierra; nuestra vida forma parte de la vida de la tierra, y nos nutrimos de ella, igual que las plantas y los animales. El ritmo de la vida de la tierra es lento; el otoño y el invierno son tan imprescindibles como la primavera y el verano, el descanso es tan imprescindible como el movimiento.
Salú,

Germán.

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